sábado, 30 de octubre de 2010

Me gusta esta historia.

Voy a contar una historia y media. Me gusta escuchar a uno de mis mayores, la más mayor que me queda, contar cuando llegó a Puertollano. Me cuenta que llegó a una estación que venía del campo que traía una maletita. Que durmieron: ella, su marido y sus dos niñas pequeñas en una habitación por encima del puente de cemento. Me cuenta que mi abuelo consiguió trabajo en las minas y que tuvieron su primera vivienda en la calle del Carmen, justito al lado de las antenas. Me cuenta que ha visto crecer esta ciudad con sus propios ojos, llorosos, felices. Me cuenta que mi abuelo enfermo pasó de la mina a Calvo Sotelo, entre recuerdos lo tengo atendiendo en el economato del poblado. Me cuenta que tuvieron suerte, mucha suerte. Que ella quería una vivienda mejor para sus hijas. Que poco a poco ahorraba, que poco a poco, mejoraban. Que poco a poco gracias al pequeño salario de mi abuelo crecía su maletita. Me cuenta que cumplió varios de sus sueños: tener una casa en una zona más cercana al centro, en la calle Cardenal Monescillo, que yo recuerdo pequeña, fría y húmeda, pero un hogar extraordinario y caluroso donde crecí. Otro sueño, que sus hijas no sirvieran a nadie, como era habitual en las jóvenes del barrio de "El Carmen", les dieron profesión: modista y peluquera. Me cuenta que tuvo nietos y disfruta verlos crecer por las calles de la ciudad, yendo y viniendo de Madrid en el Ave cuando pueden escapar de sus trabajos. Me cuenta que le gusta ver como ha crecido su maletita y la de los suyos. Me cuenta que le gusta andar por las calles de Puertollano en la que está tan cerquita de sus hijas y de alguno de sus nietos. Ahora vive en la calle Las Cruces en un pequeño y confortable apartamento y no tiene que cruzar carreteras, ni vías de tren para pasar un ratito con los suyos. Yo llegué a una estación, me cuenta.

Perfila (Pryscila) te queremos

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