martes, 3 de agosto de 2010

"No estaba muerto..."



El hecho de que un parlamento constitucional, tras una petición popular, haya provocado la prohibición de los toros en Cataluña está siendo confundido por muchos como un modo de coartar la libertad.
Resulta que la libertad, más allá de lo que puedan pensar estos tipos, no es la capacidad de decidir de cada uno, tal vez eso sea el libertinaje. La libertad es poder vivir en una sociedad democrática con unas normas de convivencia que permiten tanto expresar como llevar a cabo la soberanía popular desde las herramientas adecuadas para ello, en este momento y según nuestra Constitución, desde donde reside la capacidad de crear normas, así sea, tanto en las Cortes como los Parlamentos Autonómicos amparados por esta ley y los Estatutos de Autonomía. Toma ya que diría alguno.


Pero, más allá de esto, me gustaría reflexionar sobre dos asuntos:


1. La Cultura y las tradiciones no se imponen. De hecho, a pesar de nacer en un territorio más o menos cercano a la cultura taurina y por la experiencia vivida puedo afirmar que pertenezco a una generación que ha vivido al margen de la cultura taurina. Los toros han sido ese pasatiempo de media tarde que llenaba la parrilla de una televisión única en verano y que nunca hemos llegado a entender bien por que le gustaba tanto a nuestras abuelas, ellas tan dulces. Más que una cultura para nuestra generación se entiende como un estereotipo que ancla a nuestro país en tiempos pasados. De Manolete a José Tomás huele rancio. Además, y es un síntoma, durante toda la vida nunca he tenido a mi alrededor personas que estuvieran realmente vinculadas a los toros. Las fiestas nacionales que he conocido, al margen de las callejeras, han sido escasas y, sobre todo, con poco público, muy poco público. Sin embargo he crecido invadido por el fútbol, las fiestas de los pueblos, la escuela, el instituto, la universidad, la música y sus eventos, las series de televisión que al principio empezaron como dibujos animados, por los botellones íntimos que ahora son masivos, por las largas noches, Internet..., la verdad no encuentro muchos símbolos nacionales en mi cultural, ahora eso si, mi generación con mucha suerte ha vivido los máximos niveles de desarrollo y de modernidad de este país, España.


2. He leído a Muñoz Molina y dice que mientras hablamos de toros y guerra civil no nos dedicamos a lo verdaderamente importante que, le supongo piensa, es construir un país a la altura del momento histórico que vivimos. Pues eso, que desde este humilde blog también se quiere animar a nuestros políticos para que no nos zambullan en la dinámica del absentismo social y electoral, se dejen de discursos vagos, de desnortados y desfasados golpes de pecho patrióticos y se pongan a trabajar. A dirigir nuestro país para que sigamos viviendo, con suerte, en un lugar donde el desarrollo, el bienestar y la modernización sean nuestras banderas, nuestra patria. Y lo mismo es momento de sabia nueva.


En fin, que tras estas dos reflexiones sólo quiero pararme en un detalle: el de la fotografía publicada en El País. Corresponde a la primera feria en la Monumental de Barcelona después de la prohibición de los toros en el parlament catalan, y me acuerdo de una canción cañí que decía algo así como: "No estaba muerto que estaba de parranda". Pues eso que lo mismo la fiesta de los toros en Cataluña (o en España) no está muerta, si no que está de parranda y seguro que con las subvenciones públicas que la mantienen o revitalizan. Y es que al público ni se le ve.



Reacción acción: totalmente de acuerdo.