
Una vez más, me ha vuelto a llamar la atención esa cruzada anticatalanista que surge cada vez que a un político de ese país se le ocurre poner en marcha la administración para enorgullecer a su especie. Además, en este convivir provinciano que ahora proceso, este tipo de reacciones se hacen más contundentes entre mi especie.
Tengo que confesar, y éste no me parece mal sitio, que aún nacido en la España profunda alguna vez he tenido las ganas de aprender un idioma de los que antes llamaban dialectos que, por muy cercanos que son, nunca han estado a mi alcance. Como mucho he reforzado mi oído y aprendido pequeñas expresiones de euskera tras escuchar cienes de veces a Fermín Muguruza, nunca más allá de seguir "Zu atrapatu arte" en alguno de sus conciertos.
Eso sí, en multitud de ocasiones he recibido "presiones" para comenzar, continuar, aumentar mis conocimientos en idiomas tan "imprescindibles" y "globales" como el inglés o el francés. Y siempre he culpabilizado mi pasotismo por dichos idiomas: a la falta de tino de la política educativa que ha seguido este país desde mi entrada hasta mi salida del sistema educativo, así como, a lo poco que me duraron las relaciones sentimentales con miembros de otros países.
Y en todo esto, me queda la sensación de que no hacemos nada por normalizar la riqueza cultural y los idiomas de nuestro País, de nuestro entorno. Hoy vindico con estas líneas, la necesidad de que un político iluminado de esos al que se le ocurra poner en marcha la administración para, esta vez sí enorgullecernos a todos, establecer políticas educativas que permitan a nuestros hijos acercarse en su etapa de formación a idiomas como el catalá, el galego, euskera... Seguro que así evitaríamos gran parte de los escozores que a muchos les entra al escuchar a otras personas utilizarlos.
Con esta fantástica oportunidad de aprendizaje, tal vez solucionemos muchas de las cruzadas y algunos de nuestros nenes, seguro, tendrán curiosidad por acercarse a personas que hablan estos idiomas para aprender sus expresiones de saludo o sus tacos. O, yendo más allá, tal vez se interesen tanto que prefieran estudiarlos y terminen convirtiéndose en grandes especialistas.
Quiero terminar este texto imaginando a algún manchego filólogo catalanista o galegista que de seguro haberlos haylos o, echándome unas risas y dándole una vuelta de rosca al asunto, me daría en "to" lo mío si mi Gorka tras aplicar esas acertadas políticas me saliera filólogo de Euskera.
Si os parece, dejo este guante echado.